Bruselas, la capital de Europa es sencillamente mágica. Los pocos días que estuvimos allí con los Jóvenes Lideres Iberoamericanos, bastaron para enamorarme. El casco antiguo de la ciudad es simplemente maravilloso. Dimos un breve paseo a pie con una guía. Partimos del hotel Grand Sablon, donde nos hospedamos, el cual, no esta de mas decir cuenta con una ubicación privilegiada pues se encuentra a pocas cuadras de la Gran Plaza.
Bruselas es, probablemente, una de las ciudades del mundo en la que el cómic esta mas reconocido. Este amor por los cómics se puede ver en la calle. Muchas paredes de la ciudad se han cubierto con pinturas de cómics creados por los autores del país, como Herge o Morris. Es innegable que las pinturas de cómics le dan un aire especial a la ciudad. Continuando con nuestro paseo nos detenemos en una esquina, donde se encuentra el Manneken pis, el niño que orina. Una pequeña escultura hecha de bronce, que según nos informo la guía fue hecha en honor a un niño que en tiempos lejanos salia fuera de la ciudad para orinar, encontrándose en una ocasión con un artefacto explosivo el cual lo desarmo. Este hecho le sirvió para entender lo que estaba ocurriendo y dar aviso a la ciudad evitando así un inminente ataque. Me lo imaginaba de un mayor tamaño. El original se encuentra en un museo, pues varias veces fue robado. También nos comento que se lo suele vestir muy frecuentemente de acuerdo a las fechas festivas o acontecimientos especiales. Es el icono de la ciudad. Se pueden encontrar remeras, imanes, abre latas, tazas y hasta chocolates con su imagen. Tomarse una foto con el es obligatorio.
La Gran Place fue lo mejor de nuestro corto recorrido. Es considerada como una de las plazas mas hermosas del mundo y no es en vano. Se encuentra rodeada por las casas de los gremios, el Ayuntamiento y la casa del Rey. En 1695 la mayor parte de las casas construidas en madera fueron destruidas durante un bombardeo por las tropas francesas. Solo algunos muros de piedra resistieron las bolas incendiarias. Las cosas que rodeaban la plaza fueron reconstruidas en piedra por los distintos gremios. En agosto de cada año se la adorna con una alfombra de mas de 500.000 flores de begonia. Lastimosamente no podíamos quedarnos un mes mas para apreciarla. Los precios en el lugar son un poco elevados, desde los souvenirs y chocolates hasta el agua mineral. La gente, por lo poco que pude ver, muy amable. El dueño de una tienda de souvenir a la que entre me saludo como si me conociera de siempre, esbozando una sonrisa y halagando mis "beautiful eyes" (quería que haga compras?). Durante un paseo nocturno entre a un bar a comprar un agua mineral y a mas de haber sido atendida con con mucha amabilidad, terminaron regalandomela.
Por la noche, la Gran Place se convierte en un lugar mágico.Sobre las hermosas y antiguas fachadas se proyectan luces de colores, dándole al lugar un aire de ensueño. El lugar es hermoso y la gente lo sabe y lo disfruta. Se los puede ver saboreando riquísimos chocolates belgas, sentados tan solo en el suelo de la Grand Place, sin preocupaciones, como si el tiempo no pasara y fuese eterno. Sin duda alguna, es un lugar al que volvería.
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